Plántale cara al mundo,
más que nada,
porque no te conoce.
Cuando gire en tu sentido
come y bebe,
danza y vuela.
Porque a veces te obsequia
con fulgores que son
dádivas celestiales.
Pero otras son tormentas,
aguaceros a tu pulso.
Aun perdido,
seca pues
la lluvia de tu ojos.
Pero ten en cuenta, amigo, que
si no te pierdes en la tormenta,
si no amas entre el fulgor celeste,
no eres de este mundo.
De este mundo que no te conoce.